miércoles, 25 de marzo de 2015

Lucero del alba, un relato


LUCERO DEL ALBA

 Abrí los ojos y la oscuridad más absoluta se apoderó de mí. Entorné la vista en dirección a un débil haz de luz que se escabullía por lo que parecía ser una rendija. Un dolor agudo me taladraba la cabeza, y no recordaba nada de lo que había pasado. Tenía frío y mis manos estaban entumecidas y húmedas. Olía realmente mal, una mezcla de salitre y aceite de ballena. Tanteé en busca de algo, cualquier cosa que me diera la más mínima idea de dónde me hallaba. Justo a mi lado pude reconocer unas cuantas cajas de un tamaño considerable y a parte de unos cuantos fardos de basta tela no encontré nada más a mi alcance. Así que me levanté, ignoraba la altura del techo, y al hacerlo, di contra algo que, con gran estrépito, cayó al suelo. Aterrizó justo encima de mi pie y di saltitos ridículos mientras me mordía el labio ahogando un grito de dolor. Murmurando obscenidades contra aquel dichoso objeto, lo cogí e hice que el rayito de luz que se colaba por la pared desvelase su identidad. Casi boté de alegría cuando vi que tenía entre mis manos un quinqué. Me costó encenderlo pero después de unos cuantos intentos conseguí que una débil llama se prendiera. Mis ojos tardaron en acostumbrarse al fulgor que brotaba de él. Hasta entonces no había sido consciente de que aquella misteriosa estancia crujía al compás del vaivén de un sonido amortiguado. Y entonces todo cobró forma. Entonces, me di cuenta. Me encontraba recluso en la bodega de un barco.

A mi alrededor afloraba la habitación. Descubrí una escalera que daba a una portezuela que, como suponía estaba cerrada. Había allí objetos varios tales como un astrolabio, velas y papeles esparcidos por el suelo, barriles de ron, más cajas con conservas, algunos libros amontonados y un cañón. Las cajas que se ubicaban a mi lado poseían, cada una, un letrero donde rezaba: “Pólvora”. Cogí un libro y lo hojeé, había dibujos sobre marinería. Me disponía a volver a dejarlo en su sitio cuando, con un sonido seco, se abrió la puerta. Me di la vuelta y delante de mis narices se encontraba un tipo de gran tamaño y anchas espaldas, que empuñaba una espada, llevaba el torso desnudo y en su desdentada sonrisa se adivinaba que nada bueno iba a hacer conmigo. Empezó a bajar las escaleras, mientras yo retrocedía lentamente. Pero mi amigo no venía solo, le seguía otro hombre, más pequeño, aunque este último inspiraba incluso más respeto que el desdentado. Antes de quedar inconsciente por el manotazo que me propinó el primer tipo, el segundo dijo con un deje de solemnidad:
- Le doy la bienvenida a bordo del Lucero del Alba, mi señor- y se rió a carcajadas.
Lucero del Alba, bonito nombre, pensé.

PATRICIA  CARRILLO

domingo, 1 de marzo de 2015

Valle-Inclán: Luces de bohemia


El pasado diecisiete de febrero acudimos, los tres grupos de 4º de ESO, al Teatreneu de Barcelona para ver la representación de la genial obra de Valle-Inclán. Era un martes frío y nublado. Sabíamos que íbamos a ver la puesta en escena de una adaptación de una hora y cuarto aproximadamente. Pocos medios, pocos actores, que iban trasmudándose en otros tantos personajes, austero el espacio escénico y escasos los elementos del decorado, pero bien resueltos con unos paneles que permitían proyectar, a modo de sombras chinescas, algunos elementos no representados. Una eficaz voz en off iba describiendo los lugares a los que llegaban, en su peregrinación nocturna madrileña, Max Estrella y don Latino de Hispalis.  


Algunas escenas, y los recursos empleados en ellas, solucionaban muy bien los problemas derivados de representar una obra tan compleja con tan pocos medios; por ejemplo, la del preso catalán. Sin embargo, en otras, se distorsionaba el sentido de la escena; por ejemplo, en la cena con Rubén Darío, que aparecía inadecuadamente convertido en estatua. Con todo, y a pesar de ciertas sobreactuaciones de los actores en algunos momentos, la adaptación supo recoger la visión crítica que de la España de su tiempo nos dio Valle-Inclán en esta celebérrima obra.


                         Quien desee leer algunos aforismos intratextuales de la obra de Valle                                 referidos al tema de España, puede hacerlo AQUÍ.

A la salida, y mientras bajábamos dando un paseo al Instituto, los alumnos de 4º se hicieron una foto de familia.



Mientras caminábamos de regreso al instituto, iba pensando en la frase, que no pudimos oír porque esa escena quedó fuera de la adaptación, que uno de los sepultureros le dice al otro al saber que a quien entierran, Max Estrella, era un hombre de letras y de mucho talento: En España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo.

Nota. Las fotos de grupo son de M.S.

lunes, 23 de febrero de 2015

Javier Marías y la enseñanza


En una entrevista publicada el día 15 de febrero en el diario El País, a preguntas de José María Izquierdo, respondía Marías refiriéndose a las causas del embrutecimiento que supone la complacencia en la ignorancia:

No me extrañaría que una parte hubiera sido inducida por los responsables de la educación. Se ha convencido a la gente de que, al fin y al cabo, sobre todo desde que existe Internet, todo está ahí. Es decir, si uno necesita un dato determinado, pulsa unas teclas y lo encuentra inmediatamente. Es una información momentánea y utilitaria, simplemente utilitaria, y que por tanto no hace falta ni acumular, ni saber, ni estudiar, ni nada por el estilo. No le resto valor, pero otra cosa muy distinta es la posesión de la instalación en su conocimiento. Del mismo modo que otra de las cosas que me han preocupado mucho, y a la que veo también muy mal futuro, es el uso de la lengua.

viernes, 30 de enero de 2015

Lope de Vega: El caballero de Olmedo


El lunes 26 de enero asistimos, los dos grupos de primero de bachillerato, a la representación de la obra de Lope de Vega, El caballero de Olmedo en el Teatreneu de Barcelona, en el barrio de Gracia, en el marco de las actividades didácticas programadas por el Seminario de Lengua Castellana y Literatura para el curso 2014-2015. El asombro ante la fuerza del verso de Lope, en estupenda dicción, sobre todo la del actor que encarnaba a don Alonso, fue general. La vitalidad del teatro clásico, la calidad del texto literario que le sirve de base, la dinámica de los continuos cambios de escena, la tensión dramática del argumento, en este caso la fatalidad que preside los amores de Alonso e Inés, siguen muy vivas tantos siglos después: "¡Qué poco crédito di / a los avisos del cielo! / ¡Ay de mí! ¿Qué haré en un campo / tan solo?", se lamenta don Alonso cuando se sabe herido de muerte. Aún estremece.


Nota. Las fotos son de G.P.

jueves, 15 de enero de 2015

Machado y la enseñanza



























En 1936 publicó Antonio Machado uno de sus más importantes libros, Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo. Se trata de un libro reflexivo en el que ese sabio profesor que es Juan de Mairena se dirige a sus alumnos y les habla de los más variados temas. De entre las muchas reflexiones dedicadas a la docencia y a la enseñanza, seleccionamos este breve fragmento que seguro hará pensar a quien lo lea:

Pláceme poneros un poco en guardia contra mí mismo. De buena fe os digo cuanto me parece que puede ser más fecundo en vuestras almas, juzgando por aquello que a mi parecer, fue fecundo en la mía. Pero ésta es una norma expuesta a múltiples yerros. Si la empleo es por no haber encontrado otra mejor. Yo os pido un poco de amistad y ese mínimo de respeto que hace posible la convivencia entre personas durante algunas horas. Pero no me toméis demasiado en serio. Pensad que no siempre estoy yo seguro de lo que os digo y que, aunque pretenda educaros, no creo que mi educación esté mucho más avanzada que la vuestra. No es fácil que pueda yo enseñaros a hablar, ni a escribir, ni a pensar correctamente, porque yo soy la incorrección misma, un alma siempre en borrador, llena de tachones, de vacilaciones y de arrepentimientos. Llevo conmigo un diablo -no el demonio de Sócrates-, sino un diablejo que me tacha a veces lo que escribo, para escribir encima lo contrario de lo tachado; que a veces habla por mí y otras yo por él, cuando no hablamos los dos a la par, para decir en coro cosas distintas. ¡Un verdadero lío! Para los tiempos que vienen, no soy yo el maestro que debéis elegir, porque de mí sólo aprenderéis lo que tal vez os convenga ignorar toda la vida: a desconfiar de vosotros mismos."

jueves, 1 de enero de 2015

¡Feliz 2015!


Con esta felicitación de la Residencia de Estudiantes, ese lugar emblemático de la cultura liberal e institucionista de la España de los años treinta, en el que vivieron Federico García Lorca, Luis Buñuel, José Moreno Villa o Salvador Dalí entre otros, os queremos felicitar a todos el nuevo año.

También queremos dejar, para iniciar la lectura del año recién estrenado, estos aforismos de Juan Ramón Jiménez, tan ligado a la Residencia, pertenecientes a Colina del alto chopo (1915-1920) -así bautizó Juan Ramón, "La colina de los chopos", el lugar donde está enclavada, en Madrid, la Residencia de Estudiantes-:

[1] En la obra completa, lo perfecto y lo imperfecto han de "existir" equilibrados, con su categoría de perpetuas, ineludibles, exijentes realidades bellas.

[2] Un camino por donde, aunque uno sabe que no llegará nunca, va uno bien y seguro de que es el único y verdadero.

[3] No me importa recordar, sino comprender.

[4] No estudio; aprendo.

[5] Saber es ir llenando de cajas vacías el desván de la ilusión.